19 de octubre de 2011
La leyenda de la flor del Irupe
En las fértiles regiones del Alto Paraná, en las tierras cálidas cercanas a las imponentes cataratas del Iguazú, puede verse en cierta época del año, flotando majestuosa sobre la quieta superficie de las aguas, a una flor magnífica, de los colores de la pureza y del corazón; blanco y rojo, exhalando su perfume de exquisita fragancia: es la flor del irupé; flor nacida del arrepentimiento y del amor, según cuenta una vieja leyenda misionera. Morotí era la más hermosa doncella de que se tuviera recuerdo, por la que suspiraban todos los jóvenes mancebos de la tribu. Y Pitá era el más valiente, el más fuerte, el más audaz de los apuestos guerreros que requerían su mano. Ambos jóvenes se amaban. Pitá quería a Morotí con un amor sumiso y complaciente, en que se dejaba ver toda la potencia de su alma bravía, Morotí dominaba a Pitá con mil caprichos y coqueterías, complacida en saberse dueña de la voluntad del gigantesco indio. Asi las cosas, una tarde, a la hora del crepúsculo. Morotí y Pitá paseaban en compañia de otros jóvenes por las rientes orillas del gran río. Y fue entonces que Ñandé Yara, el Gran Espiritu, resolvió castigar para siempre a la coqueta joven inspirándole una desgraciada idea. Morotí quiso demostrar ante sus amigos, la magnitud de su dominio y la sumisión de su novio, y para lograrlo, se quito la hermosa pulsera que adornaba su brazo. y la arrojó con gesto soberano a la profundidad de las oscuras aguas. Luego, volviendose a pitá , le dijo: _ Tráeme ese brazalete. Pitá no se hizo rogar. Como buen guerrero Guaraní, era un diestro nadador, capáz de las mayores proesas: zambullirse y recobrar el brazalete, sabiendo el lugar donde habia caido, seria para él obra de un instante, un verdadero juego, y como juego lo tomó, lanzandose sin vacilar a las aguas. Durante algunos minutos ,Morotí saboreó su triúnfo, pavoneandose ante sus amigos. Pero el tiempo pasaba y pitá no aparecía. Primero se pintó una leve inquietud en sus semblantes, pero, poco a poco, el terror se posesionó de sus espíritus,y comenzaron a llamar a grandes gritos, desesperadamente, al desaparecido guerrero. Esfuerzo inútil, pues pitá no volvió a la superficie. Morotí se debatía presa del dolor y el remordimiento: por tonta su vanidad, habia perdido para siempre al adorado de su corazón, conducido a la muerte en aras de su capricho. A medida que pasaba el tiempo, Morotí se convencía que pitá era retenido bajo las aguas por alguna fuerza oculta, por I Cuñá Payé, La hechicera del rio, que seguramente lo habria conducido prisionero a su palacio. La infeliz muchacha guaraní se representaba mentalmente la esena: el gran palacio de la hechizera,que segun la tradicion estaba construido todo de oro y piedras preciosas, y, en una gran sala, a Pitá seducido por la bruja de las aguas. tan vívida era su vision, que Morotí no vaciló mas y tomó una resolución heroica: ya que el guerrero se había perdido por su culpa, ella iría a rescatarlo. Si tení a éxito, borraria asi su culpa; si ella caia también en el poder de I Cuñá Payé podría al menos reunirse con su amado y sufrir, y morir junto a el en expiación de su delito. Y ants que sus acompañantes pudieran intentar nada por impedirselo, la arrepentida doncella, loca de amor y coraje, corrió hacia la orila y se lanzó a su vez a las oscuras aguas, que parecieron recogerla en un faídico abrazo. Toda la tribu se reunió en el lugar del hecho, ye l gra hechizaero de la tribu exorcizó las aguas para ayudar a vencer a las fuerzas misteriosas de su seno. Pero se pasó la noche, llegó el día siguiente, y los enamorados no regresaron a la superficie. El desaliento cundía entre ellos, y ya el hechizero se declaraba vencido, cuando de pronto, ante sus asombrados ojos, se elevó a la superficie una magnifica, inmensa flor, una especie totalmente nueva. Era una flor rara, tan hermosa como jamás habia visto. Los pétalos del centro eran blancos como la pureza de la joven y bella niña guaraní, y los del borde color rojo como la ardiente sangre que circulaba por las venas del valiente Pitá. La flor se abrió como en un suspiro, y luego volvió a sumergirse, desapareciendo de su vista. Sin saber cómo, todos comprendieron de inmediato, que que acababan de asistir a un milagro; que esa flor era la encarnación simbólica de las elmas de los dos enamorados, y, que para siempre,en adelante, su hermosa generación recordaria a las generaciones futuras, la abnegada expiación de Morotí y la bravura y entereza de de Pitá. Tal es el origen de la flor del Irupé, de cuyo soberbio cáliz pareciera surgir,como flotando en los aires, el alma imperecedera de Morotí, la bella doncella Guaraní
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
Que linda leyenda :) Me gustó mucho, y no la conocía.
Publicar un comentario